JUN 30 Así vivimos (desde backstage) el concierto de Manuel Carrasco (CONCIERTOS MANUEL CARRASCO, VIDEOS Y CRÓNICAS)
Un sábado de verano estaba más lleno el centro de Madrid que la orilla de la playa de Islantilla. Quienes vivan en la capital sabrán que esto bien podría ser un titular. Manuel Carrasco no solo reclutó a sus paisanos, España entera se atrincheraba en el nuevo Santiago Bernabéu para despedir el tour “Corazón y flecha”, al que el onubense llamó “La última flecha”, dando un espectáculo sin precedentes.
A media tarde, los alrededores de uno de los templos del fútbol, la gente llenaba los bares y se oían risas en calles colaterales, también el eco de las primeras personas que accedían al preludio de una noche de tatuajes en retina. El corazón de todos ellos empezaba a estar contento, aunque ya lo hacía desde hace ocho meses, cuando se agotaron las entradas del primer cantante español en actuar en el renovado estadio madrileño.
La puerta 23 pertenecía a la prensa, que a las 18:30 p.m, y unos cuantos ascensores después, accedía ordenadamente para charlar con todos aquellos amigos que venían a arroparlo en su nuevo hito, que parece ser infinito. La organización nos avisaba que había sorpresas: “también pasaran por aquí para hablar con vosotros Niña Pastori, Luis Fonsi, Camilo y Juanes”. Rápidamente supimos que eran los elegidos para compartir noche con el chico “que estaba destinado a caminar sin elevar mucho el paso y aquí estoy volando bajo un cielo de estrellas con nombres y apellidos, que son todos ustedes”, frase que soltó el onubense en mitad del concierto y dejo a más de uno reorganizando su lista preferida de poetas.
Lo primero que uno se pregunta es el sentimiento que produce cantar delante de casi 70.000 personas. Le pregunto a Niña Pastori y no duda en darme una respuesta rápida y contundente, “eso mejor ni pensarlo, tú tienes que pensar que estás en tu casa (risas) porque es mucha gente la que hay aquí hoy pero es muy bonito, es muy emocionante, hay una energía diferente, especial, están todas las almas vivas con muchas ganas”.
Son cifras estratosféricas pero hay una diferencia clara, no es lo mismo mover masas que mover para siempre corazones y eso lo terminé de comprender a pie de escenario. Una vez que acabamos de compartir emociones con todos los invitados se acercó la organización para guiarnos hasta nuestro sitio. Tras una excursión por la zona VIP del Bernabéu, sin mochila ni cantimplora pero con la misma ilusión de un niño que se va por primera vez a descubrir mundo, nos topamos con una realidad que no se sentía en ningún sitio del universo, solo, pasó en Madrid.
Llegamos a la parte trasera del escenario, los técnicos se apresuraban, todo el mundo estaba en sus puestos y nosotros en la pista de salida. Ahora sí, cada uno en su casilla, nos metieron en un pasillo que rodeaba el escenario que dejaba ver las caras exultantes del público de primera fila que aguardaba la cola exterior desde las 7 de la mañana. Venían de Toledo, de Sevilla, Albacete, Zamora… él lo sabía y no les hizo esperar, empezó en hora.
Un corazón enorme se situaba en mitad del recinto colgando del techo. “Eso luego lo explotan”, me confirmó una compañera cuando me di la vuelta y vi con asombro el globo gigantesco. Pero no fue el único que explotó de emoción. De hecho, diría que no hay un solo corazón que no fuese tocado en casi tres horas de concierto. Despertó las emociones más puras y disparó a la rutina. La emoción alcanzó límites insospechados, tanto que apuesto a que hoy alguien sufre de anestesia post-concierto, de hecho suele ser bastante normal, después de liberar norepinefrina, el neurotransmisor responsable del procesamiento emocional, si este se dispara, igual no recuerdas algunos momentos debido al alto contenido emocional.
Las que no lo olvidaran jamás son las chicas a las que les pidieron matrimonio en pleno show, otro momento que Carrasco se tenía guardado y que ya avisó en su visita a ‘El Hormiguero’, confirmando que todos los que quisieran pedir la mano de su chica escribieran a su equipo. Se les fue un poco de las manos, de estadio a joyería, todo el mundo se quería.
Globos de colores, fuegos artificiales, pulseras con luz, confiti, carteles… todo para honrar cada una de sus canciones coreadas por varias generaciones.
Tocó guitarra, paseó por el flamenco, se sentó al piano, se desnudó de alma, habló con claridad de la realidad, de Palestina y en su lista de deseos, esperó que la política cambiara el destino. La noche tocó varios palos, mientras nos susurraba canciones que anclaban afirmaciones.
Conforme a lo previsto se rodeó de compañeros y amigos. Cantó con María (“Ayer noche”), también con Camilo (“Salitre”) o Juanes (“A Dios le pido”) y cuando la noche parecía controlada, alguien salió a recordar que al alba le faltaba una estrella más, Malú apareció en el Bernabéu para entonar “Que nadie”.
También tuvo su recuerdo a Elena Huelva, fallecida de cáncer, al dedicarle “Libélula”, mientras su hermana, emocionada, lo veía y sentía desde la grada.
Una noche para la historia en la que Manuel Carrasco tiro la última flecha, recogiendo su cosecha.
FUENTE Y ENLACE A LA NOTICIA:LIVING BACKSTAGE
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